La agricultura orgánica o ecológica visualiza el suelo como un organismo vivo, rico en vida microbiana y mesofauna, el manejo de los cultivos se hace imitando los ciclos naturales que se dan en los bosques. Uno de estos, es el que se produce entre el suelo y las plantas.
El suelo aporta nutrimentos y otros compuestos a las plantas y estas luego proporcionan la materia orgánica necesaria para mantener la vida, la fertilidad, y la estructura del suelo.
Esto genera las condiciones biológicas, físicas y de aireación adecuadas, para el desarrollo radical y la nutrición de las plantas y a la vez facilita la germinación de las semillas de las nuevas generaciones (Kolmans et al. 1996).
La Bioestructura
La estructura del suelo se forma con la participación activa de la vida microbiana y la mesofauna, las que junto a la materia orgánica de lenta degradación, forman los grumos que hacen al suelo suave y estable a la lluvia, favoreciendo la infiltración y no el escurrimiento, por lo que se le llama bioestructura.
Esta condición es la más importante que el productor debe manejar y entender para conservar o recuperar el suelo y su productividad.
La bioestructura está formada por la capa superficial, grumosa o esponjosa del suelo, la que se ubica entre los 0 y 20 cm de profundidad, la que permite la infiltración del agua.
En las capas o perfiles inferiores se reduce la presencia de humus y materia orgánica con lo que disminuye la agregación, por lo que si este suelo se vuelve en la labranza y es expuesto, no permite la infiltración.
Si esto ocurre el agua de lluvia lo deshace y lo lava, desencadenando la erosión y destrucción del suelo (Primavesi 1984).